domingo, 4 de marzo de 2007

De Hoffmann, los espejos y el pez El Dorado


Me encuentro leyendo “Vida e Impresiones del Gato Murr” de Hoffmann. En un pasaje, Kreisler, el protagonista, (un trasunto del propio autor) contempla su reflejo en un río y comienza con él una desquiciada interpelación sobre unas tropelías cometidas en el pasado de las que el protagonista no se considera ahora responsable. Después, horrorizado, cree atisbar en la penumbra del crepúsculo a su doppelganger, que le atisba entre los árboles.

El espejo como el medio que permite ver aquel otro yo subterráneo, el instrumento que permite asomarnos a la sima abierta sobre las catacumbas del subconsciente, tratado por un autor que escribía noventa años antes de que el médico de Viena pergeñase sus teorías.

Creo que el espejo como símbolo ha conocido una de sus más maravillosas recreaciones literarias de la mano de Alicia, obra que en sí misma está plagada de símbolos.

Juan Perucho, imagina un espejo en cuyas profundidades mora un pez al que llama El Dorado y que se desliza eternamente, ajeno a los reflejos. Metáfora quizás de ese ideal que todos vamos buscando y del cual sólo somos un pálido reflejo.

lunes, 26 de febrero de 2007



La película de Nanni Moretti, “Caro Diario” es una de esas películas de capítulos que tanto gusta hacer a los italianos, algunos de argumento difuso pero siempre hipnóticos y en uno de los cuales aparece Moretti paseando en Vespa por las calles de Roma durante infinitos minutos con el piano de Keith Jarrett de fondo.


Bien, a lo que iba, en otro de los capítulos Moretti, que hace un poco de sí mismo, visita a un amigo que vive en una isla maravillosa del Adriático, creo. Lo bueno es que este amigo se ha retirado del mundo y lleva siete años en la isla dedicándo todos sus días a la lectura y estudio del “Ulises” de Joyce. Y con esto le basta y tiene suficiente lectura. Un poco lo que decía Borges, que en cada libro están todos lo libros (que también se puede ver como una “boutade” típica de Borges o incluso ser apócrifa como la mitad de los dichos atribuidos a Borges). Y no tiene que ser el Ulises claro, depende de cada uno (yo, de esta obra, aguanté hasta que llegué a un capítulo donde creí entender que se disertaba sobre el teatro de Shakespeare o algo así, después arrojé el libro por la ventana y aún hoy espero no haber herido a nadie).


En teoría lo que debiera definir a un clásico, creo, es la admisión de múltiples lecturas, lecturas que puedan cambiar con el paso de los siglos y que se pueden adaptar a las condiciones de cada momento y de cada persona. En definitiva que un clásico no responda a modas ni a coyunturas temporales y personales a diferencia de mucho de lo que se publica ahora y, ojo, como mucho de lo que se ha publicado de siempre.


En la práctica lo que es un clásico para una persona para otra es un truño y viceversa. En general creo que hay que tomar los cánones literarios, tipo los de Harold Bloom, indefectiblemente sesgados hacia lo anglosajón o el recientemente publicado, “Los Nosecuantos Mil Libros Que Hay Que Leer Antes De Morir”, título intrínsecamente estúpido, sólo como una guía adaptable, modificable o rechazable, según los gustos.


Estas disertaciones me han llevado a evocar la vida de los monjes ermitaños del siglo V, retirados en la Tebaida, dedicados a la lectura de un único Libro y fustigándose para olvidar los espejismos que convertían las tormentas de arena en visiones voluptuosas de macizas insinuantes. También nosotros estamos rodeados de espejismos que distorsionan la búsqueda de lo genuino. Me retiro a fustigarme un poco…

domingo, 25 de febrero de 2007



Creo que Nabokov es un ejemplo más del artista con una obra que eclipsa al resto de su producción…injustamente en este caso.

Quizás “Lolita” fue la novela que menos me gustó comparada con las otras que he leído del autor. Siendo una novela excelente pienso que la fama le vino precisamente por su temática "delicada", temática que por otro lado ya había tratado en obras anteriores. La novelita de marras de la dado una fama injusta de autor centrado en temas escabrosos y libidinosos.

Nabokov es un escritor maniático como pocos, no hay obra en la que no introduzca una nota cariñosa sobre las mariposas, su otra gran pasión o un comentario despectivo sobre Freud, al que él despachaba como el “médico vienes”. Tampoco desaprovechaba los momentos para ridiculizar y criticar la dictadura soviética en unos años en los que estos comentarios, sobre todo en ciertos círculos “intelectuales” europeos, no eran políticamente correctos (que le pregunten a Solzhenitsyn).

Nabokov ama los detalles, se extasía en la descripción de los reflejos irisados en un charco, llena el texto de matices, aparentemente intrascendentes pero que después pueden tener enorme importancia. Y sobre todo, juega, manosea, manipula a sus personajes, se regocija en sus anhelos y pasiones, los maltrata y los utiliza y los lleva así a unos destinos irremisibles.

Como obras yo recomiendo “Pálido Fuego”, “Ada o el Ardor”, superior sin duda a Lolita, con el trasfondo del amor incestuoso y que desarrolla su acción en una suerte de mundo paralelo. Creo que no se han comentado otras maravillas como “Habla, Memoria” (eso, unas memorias pero cómo sólo podría contarlas Nabokov) o “Mira, los Arlequines”, especie de memorias apócrifas en este caso. Para los que empiezan, recomendaría sus primeras novelas ambientadas en el Berlín de los emigrados rusos, “Rey, Dama, Valet”. También “Pnin” o “La Defensa”. También sus relatos, que van desde las desventuras de los emigrantes rusos desorientados en la Alemania de entreguerras a los de temática fantástica, son una maravilla. Están agrupados en un tomo por Alfaguara.

Por si no había quedado claro, considero a Nabokov el más grande escritor del siglo XX sólo igualado por Proust, a los que persigue un Joyce sin resuello. Dicen que Faulkner andaba por ahí.

sábado, 24 de febrero de 2007


Villiers de L'Isle Adam fue un autor de vida y muerte miserables, parejas a las de Poe.

Respecto a su azarosa vida bastará con que ponga aquí una nota de Leon Bloy: "Mi amigo, el conde Villiers, que posee uno de los apellidos más ilustres de Europa (…) es monitor en un salón de boxeo inglés y recibe, con un sueldo de 60 francos al mes, cerca de dos docenas de puñetazos en su cara cada semana.

Extraigo esta cita de un volumen del prólogo de una edición de Valdemar de “La Eva Futura” (col. Tiempo Cero, creo que reeditada en Diógenes). Ojo, no confundir con “La Eva Fantástica” excelente recopilación de relatos de lo fantástico escritos por féminas que sacó Siruela hace tropecientos años. “La Eva Futura” de la cual sólo he tenido tiempo de leer los dos primeros capítulos tiene como protagonista al Mago de Menlo Park o sea a un todopoderoso Thomas Alva Edison.
Es curioso nos rodean las obras fantásticas protagonizadas por científicos decimonónicos reales, véase “El Prestigio” de Priest de reciente recreación cinematográfica, donde Nikola Tesla juega un importante papel. Edison contra Tesla, corriente continua contra corriente alterna, dos últimos representantes de esa raza romántica de científicos chalados encerrados en sus laboratorios mientras crean o recrean maravillas, últimos representantes de esa tradición que se remonta a Simón el Mago y pasa por Cagliostro, el conde de Saint-Germain, por Juanelo Turriano, Victor Frankenstein o Herbert West. Mezcla de realidad y fantasía, ¿acaso hay diferencia?

Si os fijáis ya no existen inventores. Los prodigios, con que la tecnología pretende deslumbrarnos hoy en día, salen de laboratorios anónimos. La era de los inventores misántropos y geniales acabó.

En cuanto a Sade, he leído múltiples fragmentos pero nunca he sido capaz de acometer una de sus obras, temo que sus atrocidades terminarían por aburrirme. No sé si habéis leído “Las Once Mil Vergas” de Apollinaire, muy en la línea sadiana. Y para sadismo cómico mirad este párrafo:

“Cuando en mis años mozos, mandaba aún a mi ejército, una vez por semana ordenaba azotar bien, con varas, a todos los terratenientes, por todas las tonterías que habían cometido o por las que pudieran cometer en el futuro. (Vida y Opiniones del Gato Murr, E.T.A. Hoffmann)

¡¡¡Ah, qué deciliciosas y estimulantes las diversiones de la nobleza en el Ancien Regime!!

De Proust, Chateaubriand, Hoffmann y la aparente infinitud de los enlaces literarios



Leí "En Busca del Tiempo Perdido" en la clásica edición de siete tomitos de Alianza traducida por Consuelo Berges y Pedro Salinas. Lo mejor para mí: el mini catálogo de las miserias y desgracias del amor intitulado: “Un Amor de Swann” y el segundo tomo, “A la Sombra de las Muchachas en Flor” (empezando por el título). No niego que me tiente releerla ya sea en las ediciones de Lumen o de Valdemar.


Para los que se quedaron con “A la Busca del…” como Mesalina con un pelotón de guardias pretorianos, (lassata, sed non satiata), les recomiendo encarecidamente, “Las Memorias de Ultratumba” del Vizconde de Chateaubriand, una de las más maravillosas creaciones salidas de la pluma de un ser humano, a esperas de que los delfines comiencen a escribir (además de otras dos mil quinientas páginas de nada). Seguro que no os defraudará. En estos tiempos de mesas de librería plagadas de Lucías Echevarrías, codigosdavinchis, estefenquines, popizbrites y demás basura excretada por voraces editoriales, la mejor guía para encontrar libros decentes son…los propios libros. Así recientemente me ha pasado que los mejores libros que he leído me han venido sugeridos, acaso tangencialmente, por otros libros de temática muy distinta:


“El Libro de las Ilusiones” de Auster me llevó a “Las Memorias de Ultratumba”: recordad, para los que hayáis leído la obra de Auster, que es la obra que el protagonista acepta traducir para salir de su pozo negro y que lo deslumbrará para siempre.


La trilogía de “La Historia Secreta del Mundo” de John Crowley me llevó insospechadamente a revisitar “Las Soledades” de mi compatriota Góngora (impuesta su lectura como refinada y culterana tortura en la adolescencia, ahora mejor entendida y disfrutada) o a descubrir rarezas como la “Hypnerotomachia Poliphili” que pese a lo que pueda parecer no es un libro maldito perpetrado en la helada Meseta de Leng, sino una extraña obra del renacimiento, repleta de simbología, imágenes de doble sentido y misterio, que por cierto ha editado y traducido nuestra dama del fantástico Pilar Pedraza para la editorial El Acantilado.


La última novela traducida al español de Andrew Crumey (por cierto, de forma abominable), “Mobius Dick” me llevó a una obra de mi amado E.T.A. Hoffmann que quizás por su, en apariencia, absurdo y desmesurado título (“Puntos de vista y consideraciones del gato Murr sobre la vida en sus diversos aspectos y biografia fragmentaria del maestro de capilla Johannes Kreisler en hojas de borrador casualmente incluidas” A.K.A. “Opiniones del Gato Murr”, en Pre-Textos o en Cátedra) siempre había obviado. Pues bien, estoy ahora mismo enfrascado en su lectura y me está deslumbrando por su originalidad, por su rareza y porque a fin de cuentas, es Hoffmann y no faltan la locura, los autómatas, la rijosidad, las alucinaciones, y porque ni el 1% de las obras publicadas hoy en día le llegan a la suela del zapato…Seguro que lo explican mejor en este fabuloso blog: http://memoriasdeunfriki.blogspot.com/2006/11/opiniones-del-gato-murr-de-e-t.html


A pesar de sus limitaciones como escritor, creo que a Lovecraft sí que hay que reconocerle su mérito, al menos en el ámbito del fantástico. A Lovecraft le fascinaba el siglo XVIII, el siglo de la Razón, el siglo de las Luces. Todos sabemos que la novela gótica, como apéndice de la corriente romántica, supuso una rebelión contra la razón, contra el cientifismo incipiente que despuntaba en los albores del XIX. Frente a tanta explicación lógica, frente a un mundo que perdía a pasos agigantados sus “terras incognitas” la gente necesitaba asustarse con lo irracional, con lo no-explicado, con ese subconsciente con el que un médico vienés se haría un lío décadas después.


Sin embargo conforme avanza el XIX el relato de terror se va “sofisticando” se pasa de los fantasmas risibles de cadena y sábana a los horrores intangibles o surrealistas de Maupassant y de aquí a los fantasías dunsanianas.


Cuando Lovecraft empieza a escribir ya nadie se asusta de un fantasma gótico, los monstruos y horrores decimonónicos se han guardado en el armario. Ya Machen se ha dado cuenta, empieza alejar al horror de la ruina y la telaraña y comienza a situarlo en un segundo plano, sólo parcialmente velado por una realidad bucólica y campestre.


Pero Lovecraft da un paso más, recordemos, amaba la razón, amaba el siglo de las luces, probablemente había leído a Pascal, que ya había expresado el horror supremo ante el vacío cósmico. Y sobre todo, Lovecraft se interesaba por la ciencia de su tiempo, y descubre, al principio perplejo y después entusiasmado que hay una serie de personas que están sacando a la luz una visión del universo insólita, impredecible, definitivamente caótica. ¿Se trata de una nueve corriente de iluminados? ¿De unos nuevos literatos revolucionarios del fantástico?... Para nada: son unos señores tremendamente racionales, la mayoría de raigambre teutónica y nombres impronunciables, que están desvelando que detrás de la realidad que nosotros contemplamos se esconde un mundo de partículas caóticas de las que no se puede saber si están aquí o allí, de paradojas espacio-temporales, de rectas que se curvan en el infinito, de gatos encerrados en cajas que pueden estar muertos y vivos a la vez…


Así a partir de aquí, Lovecraft comienza a elaborar una obra en la que combina a Heisenberg, a Schrodinger o a Einstein con libros mohosos, mesetas centro-asiáticas y dioses amorfos moradores de singularidades físicas y revoluciona el relato de terror, que ya nunca será igual.


Hasta aquí bien. La idea es excelente. Lo que ocurre es que literariamente Lovecraft es algo limitado y como bien apuntaba el amigo Farseer, cuando comienzas a leer un relato suyo, no por casualidad casi siempre protagonizados por eruditos y/o científicos, el punto está en saber cuando va a empezar a hablar de geometrías no-euclidianas, de los libros mohoso-arcano-esotéricos de rigor o del horror innombrable de turno. Pero ahí está la gracia ¿no?, es como ver por enésima vez una película de esos genios llamados Pajares y Esteso o leer un tebeo de Mortadelo, dices: “joder, ya esta con la frikada de turno archirepetida pero cómo me lo paso leyéndolo!!


Por cierto, y un poco aparte, nunca me cansaré de repetir la perplejidad que me causa el tratamiento que el cine, concretamente la industria de Hollywood, ha dado hasta ahora a Lovecraft. Me extraña que no haya surgido ya el Peter Jackson de turno que haga cinematográficamente hablando con Lovecraft lo que se ha hecho con Tolkien. Cuando salga, tenemos Lovecraft hasta en la sopa…